martes, 30 de septiembre de 2014

LUCES

Y dijo Dios: hágase la luz; y ya estaban ustedes.
Como un 4 de julio, como un fin de siglo en New York, como arco de soldadura roto en mis ojos, como un millón de estrellas naciendo al unisono, y yo, que de tanto ver estaba ciego, pude al fin disfrutar un amanecer.
Ustedes, los limpios, los cuidadores de faros, los tan de siempre, los únicos que necesito, los hacedores de senderos exactos, mis luciérnagas tropicales en este exilio de inviernos fijos.
No necesito nombrarlos en esta confesión de fe renovada, solo basta que me sepan agradecido por sus luces de esperanzas cuando pensé que nadie estaba.

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