Dejo abandonado en su puerto el navío que por tantos años le llevo a ningún lado y, a fuerza de ilusión, construyo un velero sencillo pero con infulas de crucero.
Tomo el nombre de su dama y lo bautizo como corresponde, lo arbolo con la madera de sus anhelos, lo hizo marinero, le propuso brújula a sus deseos y lo guió hasta el mar olvidado donde se ató a su mástil.
Espero paciente con el alma fija en el agua y la mitad mujer de ella canto tan bello que no tuvo que abrir los ojos para ver los destellos con los que las escamas de su mitad pez quemaron nudos y le dieron la libertad para saltar por la borda al mar del resto de su vida donde la felicidad lo esperaba.
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